sábado, 14 de diciembre de 2013

Escalera a la sanidad del ASI


Para una persona adulta que sufrió abusos en su infancia del tipo que sea, y en especial el abuso sexual, es importante entender que, el proceso terapéutico o de sanación de esas heridas, es lo mas parecido a subir los escalones que propone Jan Frank en su libro "Puerta de esperanza". Cómo recuperarse de un abuso sexual en la infancia. 




En los grupos GAM REDIME (Grupos Ayuda Mutua) estamos convencidos por la experiencia, que es posible esta sanidad, recorriendo en sesiones quincenales esta escalera hacia la sanidad y libertad del niñ@ herid@.




miércoles, 28 de agosto de 2013

Testimonio



Susana, sobreviviente de abuso sexual en su infancia, narra en la Conferencia de Prevención del pasado mes de abril, su dolorosa experiencia, las secuelas que le produjo, una de ellas la Tricotilomania, también como superó y sanó el daño ocasionado por el A.S.I. Gracias Susana, eres muy valiente y todo un ejemplo de superación.

                                                                    

martes, 13 de agosto de 2013

I Gala Redime "El Oscar de tu vida"



En Redime creemos que es posible reescribirse, y con eso en mente ideamos a primeros de julio la Gala “El Oscar de tu vida” como clausura de este curso de los Grupos de Ayuda Mutua (GAM) hasta Septiembre.

Fue una Gala muy “cinematográfica” precedida por una cena para nuestras mujeres, llegaron sin saber qué ocurriría y lo primero que encontraron fue un salón adornado con “carteles de cine”, “alfombra roja” y accesorios varios…  
Quisimos llamar a ésta Gala “El Oscar de tu vida”, y con ese lema les pedimos que a modo de título de película, nos dijeran lo que había significado este curso. “Sonrisas y lágrimas”, “Los santos inocentes”, “Calma después de la tormenta”, “Luz al final del túnel”, fueron algunos de los títulos a los que otorgamos el “Oscar de tu vida”.
                                                                




Todas y cada una de ellas fueron premiadas porque todas ellas son protagonistas de su historia y merecedoras de reconocimiento, por el esfuerzo y trabajo realizados en recuperar sus vidas del A.S.I. Directora, monitora/es y colaboradora/es nos sentimos orgullosos y satisfechos al ver a personas desorientadas recuperar el camino, encontrar su esencia y esperanzarse con el futuro.

Cuando por fin salieron vestidas de gala, peinadas y maquilladas para la ocasión en el escenario, sentíamos  un ambiente muy especial, por verse a sí mismas reescritas, reinventadas, listas para continuar con la lucha.

Rieron,  lloraron y pasaron por la alfombra roja con mucho “glamour” a recoger el merecido “Oscar” por la determinación de seguir trabajando en tomar el protagonismo de sus vidas. 

                                                                                   
                                   

                                                                                                                                         
                                                                     



La guinda la puso una de nuestras más jóvenes sobrevivientes, Desiré, con sus preciosas tartas llenas de significado. Una casa sin puerta y tejado (sin protección) una niña triste, asustada agarrando su osito (infancia robada), un espejo roto (identidad perdida), una paloma blanca (fe y esperanza en Dios). A su lado otra hermosa casa blanca, con puerta y tejado adornada con flores y mariposas. Fuera de ella, como proyectándose hacia el futuro, una mujer con alegría, segura de sí misma, representando la sanidad y liberación que proporciona los grupos de ayuda mutua (GAM) de la Asociación Redime.

Fue emocionante escucharla, expresando gratitud y lo que ha supuesto para ella este curso. 
                                                   
                                                                             



El equipo de REDIME acabamos agotados pero muy satisfechos, sabiendo que nuestro esfuerzo y trabajo vale la pena.



¡Feliz verano!

sábado, 4 de mayo de 2013

"El cuerpo no miente" - Alice Miller




"Con bastante frecuencia el cuerpo reacciona con enfermedades al menosprecio constante de sus funciones vitales. Entre éstas se encuentra la lealtad a nuestra verdadera historia. Así pues, este libro trata principalmente del conflicto entre lo que sentimos y sabemos, porque está almacenado en nuestro cuerpo, y lo que nos gustaría sentir para cumplir con las normas morales que muy tempranamente interiorizamos. Sobresale entre otras una norma concreta y por todos conocida, el cuarto mandamiento, que a menudo nos impide experimentar nuestros sentimientos reales, compromiso que pagamos con enfermedades corporales. El libro aporta numerosos ejemplos a esta tesis, pero no narra biografías enteras, sino que se centra principalmente en cómo es la relación de una persona con unos padres que, en el pasado, la maltrataron.

La experiencia me ha enseñado que mi cuerpo es la fuente de toda la información vital que me abrió el camino hacia una mayor autonomía y autoconciencia.  

Sólo cuando admití las emociones que tanto tiempo llevaban encerradas en mi cuerpo y pude sentirlas, fui liberándome poco a poco de mi pasado. Los sentimientos auténticos no pueden forzarse. Están ahí y surgen siempre por algún motivo, aunque éste suela permanecer oculto a nuestra percepción.
No puedo obligarme a querer a mis padres, o siquiera a respetarlos, cuando mi cuerpo se niega a hacerlo por razones que él mismo bien conoce. Sin embargo, cuando trato de cumplir el cuarto mandamiento me estreso, como me ocurre siempre que me exijo a mí misma algo imposible. Bajo este estrés he vivido prácticamente toda mi vida. Traté de crearme sentimientos buenos e intenté ignorar los malos para vivir conforme a la moral y al sistema de valores que yo había aceptado. En realidad, para ser querida como hija. Pero no resultó y, al fin, tuve que reconocer que no podía forzar un amor que no estaba ahí. Por otra parte, aprendí que el sentimiento del amor se produce de manera espontánea, por ejemplo con mis hijos o mis amigos, cuando no lo fuerzo ni trato de acatar las exigencias morales. Surge únicamente cuando me siento libre y estoy abierta a todos mis sentimientos, incluidos los negativos.

Comprender que no puedo manipular mis sentimientos, que no puedo engañarme a mí misma ni a los demás, fue para mí un gran alivio y una liberación. Sólo entonces caí en la cuenta de cuántas personas están a punto de desbaratar sus vidas porque intentan, como hacía yo antes, cumplir con el cuarto mandamiento sin percatarse del precio que sus cuerpos o sus hijos tendrán que pagar. Mientras los hijos se dejen utilizar, uno puede vivir hasta cien años sin reconocer su verdad ni enfermar a causa de su autoengaño.

Claro que, también, a una madre que admita que debido a las carencias su infancia es incapaz, por mucho que se esfuerce, de amar a su hijo, se la tachará de inmoral cuando trate de articular su verdad. Pero yo creo que es precisamente el reconocimiento de sus sentimientos reales, desligados de las exigencias morales, lo que le permitirá ayudarse de verdad a sí misma y a su hijo, y romper el círculo del autoengaño.

Un niño, cuando nace, necesita el amor de sus padres, es decir, necesita que éstos le den su afecto, su atención, su protección, su cariño, sus cuidados y su disposición de comunicarse con él. Equipado para la vida con estas virtudes, el cuerpo conserva un buen recuerdo y, más adelante, el adulto podrá dar a sus hijos el mismo amor. Pero cuando todo esto falta, en el niño del pasado permanece de por vida el anhelo de satisfacer sus primeras funciones vitales; un anhelo que de adulto proyectará sobre otras personas. Por otra parte, cuanto menos amor haya recibido el niño, cuanto más se le haya negado y maltratado con el pretexto de la educación, más dependerá, una vez sea adulto, de sus padres o de figuras sustitutivas, de quienes esperará todo aquello que sus progenitores no le dieron de pequeño. Ésta es la reacción natural del cuerpo. El cuerpo sabe de qué carece, no puede olvidar las privaciones, el agujero está ahí y espera a que sea llenado.

Pero cuanto mayor se es, más difícil es obtener de otros el amor que tiempo atrás uno no recibió de los padres. No obstante, las expectativas no desaparecen con la edad, todo lo contrario. Las proyectaremos sobre otras personas, principalmente sobre nuestros hijos y nietos, a no ser que tomemos conciencia de este mecanismo e intentemos reconocer la realidad de nuestra infancia lo más a fondo posible acabando con la represión y la negación. Entonces descubriremos en nosotros mismos a la persona que puede llenar esas necesidades que desde nuestro nacimiento, o incluso desde antes, esperan a ser satisfechas; podremos darnos a nosotros mismos la atención, el respeto, la comprensión de nuestras emociones, la protección necesaria y el amor incondicional que nuestros padres nos negaron.


Para que eso suceda, necesitamos experimentar el amor hacia ese niño que fuimos; de otra manera, no sabremos dónde está ese amor. Si queremos aprender esto en las terapias, necesitamos dar con personas capaces de aceptarnos tal como somos, de proporcionarnos la protección, el respeto, la simpatía y la compañía que necesitamos para entender cómo hemos sido, cómo somos. Esta experiencia es indispensable para que podamos aceptar el papel que desempeñaron los padres en relación con el niño antes menospreciado. Un terapeuta que se haya propuesto «modelarnos» no puede procurarnos esta experiencia, y tampoco un psicoanalista que haya aprendido que, frente a los traumas de la infancia, uno debe mostrarse neutral e interpretar como fantasías nuestros relatos. No; necesitamos precisamente lo contrario, es decir, un acompañante parcial, que comparta con nosotros el horror y la indignación cuando, paso a paso, nuestras emociones vayan revelándonos (al acompañante y a nosotros mismos) cómo sufrió ese niño y por lo que tuvo que pasar, completamente solo, mientras su alma y su cuerpo luchaban por la vida, esa vida que durante años estuvo en constante peligro. Un acompañante así, al que yo llamo «testigo cómplice», es lo que necesitamos para conocer y ayudar al niño que llevamos dentro, es decir, para entender su lenguaje corporal e interesarnos por sus necesidades, en lugar de ignorarlas, como hemos hecho hasta ahora y como hicieron nuestros padres en el pasado.

Lo que acabo de decir es muy realista. Con un buen acompañante, que sea parcial y no neutral, uno puede encontrar su verdad. Durante el proceso, puede liberarse de sus síntomas, curarse de la depresión y ver cómo aumentan sus ganas de vivir, salir de su estado de agotamiento y sentir que su energía crece en cuanto deje de necesitarla para reprimir su verdad. El cansancio típico de la depresión aparece cada vez que reprimimos nuestras emociones intensas, cuando minimizamos los recuerdos del cuerpo y no queremos prestarles atención.


¿Por qué estas evoluciones positivas se dan más bien poco? ¿Por qué la mayoría de la gente, especialistas incluidos, prefiere creer en el poder de los medicamentos a dejarse guiar por el cuerpo? Es el cuerpo el que sabe con exactitud lo que nos falta, lo que necesitamos, lo que tuvimos que soportar y lo que nos provocaba en nosotros una reacción alérgica. Pero muchas personas prefieren recurrir a los medicamentos, las drogas o el alcohol, con lo que el camino hacia la verdad se les cierra aún más. ¿Por qué? ¿Porque reconocer la verdad duele? Eso es indiscutible. Pero esos dolores son pasajeros y soportables, si se cuenta con una buena compañía. El problema que veo aquí es que falta esa compañía, porque da la impresión de que casi todos los facultativos de la asistencia médica, debido a nuestra moral, tienen grandes dificultades para apoyar al niño en otros tiempos maltratado y reconocer cuáles son las consecuencias de las heridas tempranamente sufridas. Están bajo la influencia del cuarto mandamiento, que nos obliga a honrar a nuestros padres «para que las cosas nos vayan bien y podamos vivir más años».

Es lógico, pues, que dicho mandamiento obstruya la curación de antiguas heridas. Aunque no es de extrañar que hasta ahora nunca se haya hecho una reflexión pública de este hecho. El alcance y el poder de este mandamiento son enormes, porque se alimenta de la unión que hay entre el niño y sus padres. Tampoco los grandes filósofos y escritores se atrevieron jamás a rebelarse contra este mandamiento. A pesar de su dura crítica a la moral cristiana, la familia de Nietzsche se libró de dicha crítica, pues en todo adulto al que en el pasado maltrataron anida el miedo del niño al castigo cada vez que intentaba quejarse del proceder de sus padres. Pero anidará sólo en tanto que éste sea inconsciente; en cuanto el adulto tome conciencia de él, irá desapareciendo progresivamente.

Extracto del  libro "El cuerpo nunca miente"  de Alice Miller (Lemberg, entonces Polonia y actualmente Ucrania, 12 de enero de 1923 – Saint-Rémy-de-Provence, Francia, 12 de abril de 2010) fue una psicóloga conocida por su trabajo en maltrato infantil y sus efectos en la sociedad así como en la vida de los individuos. Nació en Polonia, en el seno de una familia hebrea, pero creció y estudió en Suiza. Obtuvo su doctorado en filosofía, psicología y sociología en 1953 en Basilea. En 1986 Miller fue galardonada con el premio Janusz Korczak por la Liga Antidifamación.

lunes, 15 de abril de 2013

¿QUE ES EL BULLYING?


IDENTIFICACIÓN Y DESARROLLO DEL PROBLEMA
Bullying es una palabra inglesa que significa intimidación. Infelizmente, es una palabra que está de moda debido a los numerosos casos de persecución y de agresiones que se están detectando en las escuelas y colegios, y que están llevando a muchos escolares a vivir situaciones verdaderamente aterradoras. El Bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros. 
El que ejerce el Bullying lo hace para imponer su poder sobre el otro, a través de constantes amenazas, insultos, agresiones, vejaciones, etc., y así tenerlo bajo su completo dominio a lo largo de meses e incluso años. El maltrato intimidatorio le hará sentir dolor, angustia, miedo, a tal punto que, en algunos casos, puede llevarle a consecuencias devastadoras como el suicidio. El Bullying no entiende de distinciones sociales o de sexo. 
A pesar de la creencia extendida de que los centros escolares situados en zonas menos favorecidas son por definición más conflictivos, lo cierto es que el Bullying hace su presencia en casi cualquier contexto. Respecto al sexo, tampoco se aprecian diferencias, al menos en lo que respecta a las víctimas, puesto que en el perfil del agresor sí se aprecia predominancia de los varones. Las causas que pueden hacer aparecer el acoso son incalculables. Tanto como las formas en las que se manifiesta y los perjuicios que ocasiona. 
En general las causas o factores que lo provocan suelen ser personales, familiares y/o escolares. En lo personal, el acosador se ve superior, porque cuenta con el apoyo de otros atacantes, o porque el acosado se trata de alguien con muy poca capacidad de responder a las agresiones. El acosador lo que quiere es ver que el acosado lo esté pasando mal. La única manera de combatir el maltrato es la cooperación entre todos los involucrados: profesorado, padres y alumnos. 
Las múltiples investigaciones existentes muestran que el Bullying es un problema real y grave en las escuelas; independientemente de los países, del tamaño de los establecimientos, de la diversidad cultural, del nivel socio-económico de los estudiantes o de la dependencia educacional de los colegios. Es un problema transversal en los colegios y escuelas de nuestros tiempos. 
Las consecuencias en la victima del Bullying pueden ser tanto físicas como psicológicas y en muchos casos, pueden ser permanentes en el tiempo. Algunas investigaciones refieren desde daño físico como moretones, pérdidas en el patrimonio personal de los estudiantes, hasta severas consecuencias en la salud mental a futuro, como depresiones severas, trastornos de ansiedad y/o estrés post traumático, e incluso el suicidio.

El principal problema para acabar con el acoso escolar o 'bulling' es el silencio que lo envuelve. La víctima calla y los que le rodean miran para otro lado ante el regocijo del acosador. Crónicas analiza las causas del 'bulling' y cómo erradicarlo de los colegios e institutos.Un equipo del programa ha compartido varias jornadas con dos jóvenes mayores de edad que fueron víctimas durante años y ahora se recuperan de las secuelas que les quedaron, además de tratar de ayudar a los menores que lo sufren. El reportaje también cuenta la experiencia pionera que se está llevando a cabo en un instituto de Barcelona, donde los alumnos de 3º de la ESO se convierten en tutores de los que empiezan el primer curso. Así, se convierten en el hermano mayor.Crónicas también ha estado con los responsables de 'Protégeles', una organización donde reciben a diario denuncias de 'bulling' y de ciberacoso. Aunque resulta complicado, siempre se termina localizando al ciberacosador porque su huella queda fijada en la red.

           Fuentes :  http://www.rtve.es/alacarta/videos/cronicas/cronicas-cadena-del-silencio/1760607/
                          http://www.delphoeduca.com/que-es-el-bullying/

viernes, 12 de abril de 2013

Detección y Tratamiento del Abuso Sexual Infantil un Reto para los Profesionales:

                                                                 


¿Qué se entiende por abuso sexual en la infancia?


El abuso sexual infantil es la tipología de victimización sexual más frecuente y sobre la que existe más investigación, si bien existen múltiples formas de violencia sexual contra menores que van más allá de este concepto (véase Pereda, 2010a). En el mundo occidental, la mayoría de profesionales siguen los criterios propuestos por Finkelhor y Hotaling (1984) para definir esta situación, ratificados posteriormente por López (1994) en España. Para estos autores los abusos sexuales de menores deben ser definidos a partir de los conceptos de coerción, referida al contacto sexual mantenido con un menor mediante el uso de la manipulación, la presión, la autoridad o el engaño, y asimetría de edad o desigualdad madurativa, que impide la verdadera libertad de decisión del menor e imposibilita una actividad sexual compartida, ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas sobre la relación sexual muy diferentes. La mayoría de especialistas, siguiendo las recomendaciones de Finkelhor y Hotaling (1984) consideran una diferencia de cinco años de edad o más cuando el menor tiene menos de 13 años, y de diez años o más si éste tiene entre 13 y 16 años. Sin embargo, estos criterios clínicos no se corresponden exactamente con las tipologías legales que rigen en cada país, lo que debe ser tenido en cuenta al enfrentarse a estos casos, especialmente cuando el psicólogo trabaja en el ámbito forense.




¿Cuáles son sus síntomas e indicadores?

El abuso sexual infantil no es un trastorno psicológico ni una condición clínica, no existiendo un conjunto de síntomas que permitan detectarlo con absoluta certeza y seguridad. Se trata de una experiencia, de una situación vital adversa, que el niño o niña afrontará con mayor o menor éxito en función de múltiples variables, relacionadas con sí mismo y con su desarrollo, así como con el apoyo familiar del que disponga y con los recursos sociales que se le ofrezcan. La evaluación del abuso sexual infantil siempre debe ser llevada a cabo por un equipo multidisciplinar, principalmente formado por un psicólogo, un médico-pediatra y un trabajador social, que evaluarán los indicadores psicológicos y físicos, así como los factores de riesgo social, que se han encontrado frecuentemente en estas víctimas (véase Pereda y Abad, 2012).

Los indicadores físicos del abuso sexual infantil son poco frecuentes, extraordinariamente variables y, en muchos casos, compatibles con otro tipo de lesiones no relacionadas, provocando que sea muy difícil detectar estos casos a partir de hallazgos físicos (Pereda, 2010b). Entre los indicadores psicológicos destacan la conducta sexualizada o los comportamientos erotizados, inapropiados para el estadio de desarrollo en el que se encuentra el menor; los síntomas depresivos, principalmente la tristeza y el aislamiento; o la sintomatología postraumática, que en niños suele manifestarse en pesadillas, repetición del trauma a través del juego y los dibujos, o conductas de hipervigilancia y respuestas exageradas de sobresalto (para una revisión de estos indicadores psicológicos, véase Pereda, 2009)



El abuso sexual infantil se relaciona con sintomatología que afecta a distintas área de la vida de la víctima y que puede suponer un importante reto para un correcto desarrollo. Si bien gran parte de las víctimas suele recuperarse adecuadamente a partir de sus propios recursos, un porcentaje de éstas requiere de ayuda profesional, debido a la gravedad y cronicidad de sus síntomas. En adultos, son frecuente los problemas de relación con la pareja e hijos, los trastornos afectivos, las dificultades en el área sexual o el trastorno por estrés postraumático (véase Pereda, 2010c). Los trastornos de la personalidad, principalmente del cluster B y, especialmente, el trastorno límite, también se han observado en estas víctimas (véase Pereda, Gallardo-Pujol y Jiménez-Padilla, 2011). En relación con el área de la sexoafectividad, una de las consecuencias del abuso sexual infantil que supone una mayor gravedad es la revictimización o experiencia posterior de violencia física y/o sexual en víctimas de abuso sexual infantil por agresores distintos al causante del abuso en la infancia. Son múltiples las teorías que han intentado explicar este fenómeno, que parece darse, especialmente, en aquellas víctimas que no han superado el proceso de duelo y que se encuentran disociadas de su experiencia de abuso en la infancia.

No debemos olvidar, no obstante, la capacidad de resiliencia, que ha demostrado estar presente en la mayoría de víctimas de abuso sexual infantil quienes, tras un período de duelo por la infancia no vivida, por los años de dolor, deciden seguir adelante con sus vidas, rehacerse y crecer, incluso, en algunos casos, llevando a cabo proyectos de ayuda a otras víctimas, como la Fundación Vicki Bernadet en Barcelona (http://www.fbernadet.org/) o la Red de Ayuda a Niños Abusados en Palma de Mallorca (http://www.fundacionrana.org/).

¿Cómo puede tratarse a estas víctimas?

Desde el ámbito clínico, ante un caso de abuso sexual, la primera pregunta que debemos hacernos como profesionales es si el menor necesita de nuestra intervención. En caso contrario, si consideramos que todas las víctimas de esta experiencia requieren de tratamiento, podemos estar sometiendo a niños y niñas que no lo necesitan, a una nueva victimización, o lo que se ha denominado victimización secundaria.

Si el niño o niña cuenta con el suficiente apoyo familiar y no presenta síntomas que supongan un desajuste en su vida cotidiana, lo mejor es trabajar con sus padres o cuidadores, reducir su nivel de angustia y reforzarlos para que sean una fuente de soporte en la que el menor pueda apoyarse. Se les puede sugerir que hagan un seguimiento del niño o niña y, si detectan que presenta problemas significativos o se produce algún cambio negativo en su estado, cuenten con nuestra ayuda profesional.

Si el niño o niña presenta importantes desajustes, que le suponen dificultades en la esfera individual, familiar o social, lo mejor es que evaluemos su estado e iniciemos un programa de tratamiento que debe ir dirigido, además de a tratar los problemas específicos que el menor presente, a desarrollar un trabajo psicoeducativo, donde se potencien una sexualidad y afectividad sanas, se refuerce la autoestima y se neutralice el sentimiento de culpa y cualquier otra distorsión cognitiva asociada con la experiencia de abuso sexual que el niño o niña pueda presentar.

De forma similar, en la edad adulta, debemos evitar caer en el error de que todos los síntomas que presenta la víctima en la actualidad son resultado de una experiencia que aconteció en la infancia, llevando a cabo un buen diagnóstico diferencial. Dado que el abuso sexual infantil es una experiencia vital, y no un trastorno psicológico, el tratamiento debe ser individualizado y estar orientado a las características y particularidades de cada caso. Nuevamente, el área sexoafectiva y las distorsiones cognitivas, vinculadas a culpa, estigmatización y desconfianza, deben ser un foco principal de la intervención con estas víctimas (véase Echeburúa y Guerricaechevarría, 2011; Rull y Pereda, 2011).

¿Qué hay que cambiar para mejorar 
la atención a las víctimas?

La falta de profesionales con una formación especializada en este ámbito es una de las mayores dificultades a la que se enfrentan las víctimas de abuso sexual infantil. No podemos ver aquello que no conocemos y el desconocimiento en esta área es enorme. Tanto para su correcta detección, como para su adecuado tratamiento, el profesional debe estar plenamente formado, tener experiencia en estos casos y haber trabajado previamente sus propios perjuicios y falsas creencias al respecto. Todo ello, desde una perspectiva empírica, en base a los resultados de las múltiples investigaciones, nacionales e internacionales, que se han publicado sobre este tema.

A su vez, la sociedad debe abandonar ciertos planteamientos que la ciencia ha demostrado erróneos, como que no existen víctimas de abuso sexual infantil de sexo masculino, que toda víctima de abuso sexual acabará repitiendo el patrón abusivo con sus propios hijos e hijas, que las víctimas de abuso sexual infantil no pueden tener una vida sexual y afectiva sanas, o que sufrir abuso sexual en la infancia te deja marcado para toda la vida, con graves e insuperables problemas psicológicos.

Cambiando la visión social que se tiene de las víctimas de abuso sexual y ofreciendo a éstas la posibilidad de acudir a profesionales formados y preparados estamos ayudándolas a superar una experiencia dura, pero definitivamente no irreparable.


Referencias:

Echeburúa, E. y Guerricaechevarría, C. (2011). Tratamiento psicológico de las víctimas de abuso sexual infantil intrafamiliar: un enfoque integrador. Psicología Conductual, 19 (2), 469-486.

Finkelhor, D. y Hotaling, G. T. (1984). Sexual abuse in the National Incidence Study of Child Abuse and Neglect: an appraisal. Child Abuse & Neglect, 8, 23-33.

López, F. (1994). Los abusos sexuales de menores. Lo que recuerdan los adultos. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales.

Pereda, N. (2009). Consecuencias psicológicas iniciales del abuso sexual infantil. Papeles del Psicólogo, 30 (2), 3-13.

Pereda, N. (2010a). El espectro del abuso sexual infantil: definición y tipología. Revista de Psicopatología y Salud Mental del Niño y del Adolescente, 16, 69-78.

Pereda, N. (2010b). Actualización de las consecuencias físicas del abuso sexual infantil. Revista Pediatría de Atención Primaria, 12 (46), 273-285.

Pereda, N. (2010c). Consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual infantil. Papeles del Psicólogo, 31 (2), 143-153.

Pereda, N. y Abad, J. (2012). Enfoque multidisciplinar de la exploración del abuso sexual infantil. Revista Española de Medicina Legal.

Pereda, N., Gallardo-Pujol, D., y Jiménez Padilla, R. M. (2011). Trastornos de la personalidad en víctimas de abuso sexual infantil. Actas Españolas de Psiquiatría, 39 (2), 131-139.
Rull, J. y Pereda, N. (2011). Revisión sistemática de los programas de tratamiento psicológico aplicados a víctimas adultas de abuso sexual en la infancia. Anuario de Psicología, 41 (1-3), 79-103.

miércoles, 10 de abril de 2013

La raíz de la violencia - Alice Miller




Hace ya varios años que está científicamente comprobado que los efectos devastadores de los traumatismos infligidos a los niños repercuten inevitablemente sobre la sociedad. Esta verdad concierne a cada individuo por separado y debería –si fuese suficientemente conocida– llevar a modificar fundamentalmente nuestra sociedad, y sobre todo a liberarnos del crecimiento ciego de la violencia. Los puntos siguientes ilustrarán esta tesis.
  • Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus necesidades y sus sentimientos. 
  •  Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.


  • Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable.  
  • La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.


  • Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo (toxicomanía, alcoholismo , prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).
  • Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.
  • Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes, psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.


  • Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos, y que ven en el niño a un ser falso , con malos instintos, mentiroso, que agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres. Y como, a pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad .
  • Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a nuevos métodos terapeúticos, que las experiencias traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado las reacciones del niño en el vientre de su madre, han demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la crueldad.
  • Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela su lógica, hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las experiencias traumatizantes salen a la luz.
  • Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación en generación.   
  • Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles, comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse. Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el que estará grabado en ellos.


                     Alice Miller 2008
                     http://alice-miller.com/edito_fr.php?lang=fr&nid=49

La violencia contra los niños va mucho mas allá de la infancia ...




                    
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